Llevaba días tratando de peinarme decorosamente, pero ningún peinado disimulaba el corte avant-garde que me hicieron esta semana.
La adaptación a un nuevo lugar depende de esos códigos cotidianos: cómo usar el servicio público, cuál es el nombre local de las cosas, cuál es el estilo de vestir apropiado para una ocasión. Son detalles casi imperceptibles que llenan la rutina diaria y que un día habremos absorbido hasta que sean invisibles. Una de esas cosas es explicarle a un peluquero qué quiere decir "que me devaste un poquito más por aquí”.
Todos los peluqueros tienen su vocabulario técnico, que además, cambia muchísimo en cada lugar. Por ejemplo, cuando llevaba el pelo al rape, en Manizales decía al peluquero que me tusara, en Bogotá que me rapara, en Cartagena que me rambara. Lo tenía dominado. Pero cuando dejé el pelo más largo comenzaron los problemas, porque al parecer cada mechón tiene su propio campo semántico. En Argentina el problema se ha agravado ya que nadie está habituado a los verbos “motilar” ni “peluquear” que, para mí, habían sido el nivel básico del léxico peluquerístico. Motilar: cortarse el pelo.
Fui a la peluquería y pedí que me “cortaran el pelo”. “¿Cómo querés el corte?”. Los problemas no terminan, esa es una pregunta difícil para mí. Sueño con el día en que un peluquero, que pone “estilista” en el aviso, me dé una charla de qué cortes van mejor con esta cara, estas entradas y este pelo, y así podamos avanzar sin que yo de muchas instrucciones. Pero como el mundo no es así, respondo con una explicación de lo que supongo me va más o menos bien. Así que abro la boca, soy lo más específico posible y el peluquero entiende esto:
“Моля, намали обема на страни, и на малко по-по-малко на нагоре”.
Y entonces hace lo que se le da la gana.
Así que el último peluquero hizo lo que quiso, pero yo me fui tranquilo sin tener en cuenta que el problema de las peluqueadas es que se deshacen después del primer duchazo. En la peluquería tenía el pelo a lo Jude Law y en la casa me quedó a lo Kramer. Por eso duré días tratando de peinarme. Así que al lado del teclado con el que les escribo, están las tijeras, con la que por propia mano le he dado una forma medianamente decente a este pelo.
¿Y usted, sufre en las peluquerías?
jaja, pobre! No te preocupes que no es una cuestion semantica. Me ha pasado lo mismo en mi propio pais, hablando el mismo idioma. No sos vos, son ellos! A veces ayuda llevar una foto del corte que queres, pero tampoco es la panacea :(
ResponderEliminar@Ana O'Reilly ¡Sí! Ya varios me han dicho lo de la foto, pero con todo y eso no encuentro nada que valga la pena. La única candidata es una en la que salgo peinado por un ventarrón.
ResponderEliminarJose Luis y yo nos hemos reído mucho con este cuento. Yo creo que mucha gente sufre en las peluquerías. A mi una vez aqui en Dallas me hicieron unas iluminaciones super amarillas. Al día siguiente me solucionaron el problemita. También oí por ahí el cuento de un conocido que, en una ocasión, le raparon mas de la cuenta en la nuca. El caso es que el tenía una fiesta y para solucionar el problema, en su casa le ayudaron a maquillar la calva con ¡betún para zapatos!
ResponderEliminar@Natalia jejejeje, eso cuento del betún es buenísimo :D
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