Mis amigos Camilo y Lina, mi cuñado, mi hermana y yo fuimos a la Feria de Mataderos. Cruzamos el centro geográfico de Buenos Aires desde el barrio de Monserrat, pasando por Boedo y Caballito. Camilo había insistido muchísimo en ir y recomendaba esta Feria todos los días.
Cada quien tenía su expectativa. Camilo esperaba mostrarnos algo extraordinario y poco turístico, Lina quería pasarlo bien, mi hermana y mi cuñado querían algo muy autóctono, y yo esperaba que Camilo tuviera razón. Pero cuando llegamos, a un parque más bien desolado, solamente había unos 10 puestos de ventas de mates y cachivaches. Camilo nos pidió que camináramos. “Lo bueno está más adelante”. Y tenía razón.