Una de las cosas esenciales de nuestra condición humana es soportar la burocracia. Tenemos que confirmar permanentemente lo que somos, como si no lo fuéramos. Hasta la vida. Por ejemplo, para cobrar la pensión, mi abuelita tiene que sacar cada tres meses un certificado donde consta que sigue viva. Y estas cosas tan normales, a mí me parecen insólitas. Y tristes.
Analizaba eso mientras hacía fila en la oficina de migraciones, seis meses después de haber pedido la cita por internet, como constaba en una hojita electrónica que decía el día, la hora y los requisitos para presentarme. Repasé la documentación: certificado de domicilio,certificado judicial argentino, certificado judicial colombiano, certificado del certificado judicial colombiano, foto de fondo azul, pasaporte, fotocopias. Bien, estaba a tiempo y con todos los papeles, tal como decía la hojita. Hey, un momento.
Glup. ¡No traje la hojita!
Ya la fila había avanzado un montón. Tenía la duda de si la hojita se necesitaba o no. ¿Qué hacía? ¿Me iba a buscar el papelito? ¿Me devolvía a la casa, prendía el computador, guardaba la hojita en una USB y la imprimía? No, era mucho tiempo. ¿Qué tal que perdiera la cita? ¿Esperar otros seis meses para tener la residencia? No, no, no. ¿Ahora qué hago?
Esa fila era el principio del fin del trámite de la “Residencia Precaria”, precedida de sucesivos sometimientos a la burocracia nacional e internacional. Pero tenerla es esencial porque con ella no tengo que salir del país cada tres meses, ni pagar por una extensión del tiempo de permanencia como turista, además me permite emitir factura y cobrar por mi trabajo -ya cualquiera de ustedes me puede contratar ;) -.
La fila avanzaba y, en vez de pensar en una solución, me puse a chismosear a ver si los otros tenían también su hojita del turno. No podía ver qué llevaban. Esos papeles, debajo de carpetas, metidos en sobres. Por suerte el que estaba delante de mí, sacó sus documentos también para revisar, y los pude ver. Sorpresa: el primer papel que tenía era la hojita del turno.
Continuará...
Yo tuve un novio, cuyo nombre no voy a mencionar, que tenía unas pesadillas recurrentes. Una de las pesadillas era que la fila iba avanzando y después de mucho esperar, cuando ya le iba a llegar el turno, se daba cuenta que le faltaba un papel! Todas las pesadillas eran como por el estilo. En fin. Esto para decir que a todos nos angustia esto del “sometimiento a la burocracia nacional e internacional”.
ResponderEliminar@Natalia Este es el sueño convertido en realidad.
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