“Hermano, vea, un tintico”, dice un muchacho con
sombrero aguadeño parado en un andén, junto a una de las bocas de la
estación San Martín. La gente sale del túnel del Subte, pasa frente a él. Algunos se sorprenden, lo miran y siguen derecho mientras se ajustan la bufanda o se abotonan el abrigo, y se alejan caminando por la avenida Santa Fe.