miércoles, 31 de agosto de 2011

Pelos

Llevaba días tratando de peinarme decorosamente, pero ningún peinado disimulaba el corte avant-garde que me hicieron esta semana.

La adaptación a un nuevo lugar depende de esos códigos cotidianos: cómo usar el servicio público, cuál es el nombre local de las cosas, cuál es el estilo de vestir apropiado para una ocasión. Son detalles casi imperceptibles que llenan la rutina diaria y que un día habremos absorbido hasta que sean invisibles. Una de esas cosas es explicarle a un peluquero qué quiere decir "que me devaste un poquito más por aquí”.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Residencia precaria 2


Viene de Residencia precaria 1

Cuando me di cuenta de que faltaba la hojita, iba de 163 entre 217 personas: bolivianos, colombianos, ecuatorianos y peruanos. La fila avanzaba mientras pensaba en las opciones para solucionar el entuerto.

Pensé que la hojita del turno no era importante. Pero tenía un código de barras. Se sabe que todo lo que tiene un código de barras es importante. Se supone que está codificado, que ese código se creó en alguna parte para decodificarlo en otro lado. Es decir, alguien sabe que ese código existe, que la hojita existe. No puede ser, me van a pedir la hojita.

martes, 23 de agosto de 2011

Residencia precaria 1

Una de las cosas esenciales de nuestra condición humana es soportar la burocracia. Tenemos que confirmar permanentemente lo que somos, como si no lo fuéramos. Hasta la vida. Por ejemplo, para cobrar la pensión, mi abuelita tiene que sacar cada tres meses un certificado donde consta que sigue viva. Y estas cosas tan normales, a mí me parecen insólitas. Y tristes.

Analizaba eso mientras hacía fila en la oficina de migraciones, seis meses después de haber pedido la cita por internet, como constaba en una hojita electrónica que decía el día, la hora y los requisitos para presentarme. Repasé la documentación: certificado de domicilio,certificado judicial argentino, certificado judicial colombiano, certificado del certificado judicial colombiano, foto de fondo azul, pasaporte, fotocopias. Bien, estaba a tiempo y con todos los papeles, tal como decía la hojita. Hey, un momento.

Glup. ¡No traje la hojita!

jueves, 18 de agosto de 2011

Café de Colombia en la Plaza San Martín

“Hermano, vea, un tintico”, dice un muchacho con sombrero aguadeño parado en un andén, junto a una de las bocas de la estación San Martín. La gente sale del túnel del Subte, pasa frente a él. Algunos se sorprenden, lo miran y siguen derecho mientras se ajustan la bufanda o se abotonan el abrigo, y se alejan caminando por la avenida Santa Fe.

Cruzando la calle está la amplia Plaza San Martín, con bancas para sentarse y muchos árboles. Es el equivalente a una plaza de Bolívar. Tiene una estatua del general San Martín, un monumento a los caídos en la Guerra de las Malvinas, y también La Duda, una escultura de Cordier. La rodean edificios antiguos, como palacios, que albergan cafés elegantes y caros.

martes, 16 de agosto de 2011

Sainetes consulares


En Buenos Aires hay mucho teatro, y ese ambiente me ha contagiado. Uno encuentra teatro en la avenida Corrientes por ejemplo, o en Boedo, incluso en el Consulado de Colombia. Así que haciendo mis pinitos de dramaturgo, comparto con ustedes este sainete inspirado en la vida real:

Certificado judicial

jueves, 11 de agosto de 2011

Little painted


Colombia está un poco atrasado en cuestión de café. O seré yo ¿no? Que a los veintipico de años vine a enterarme de qué era un cortado, me lo explicó un español. Si nos hubiéramos tomado el café en serio, nadie diría “deme un cortado”, diría "¿me regala un pintado?”.

Cuando llegué a Manizales esa fue una de las cosas que me llamó la atención. Un café con leche se llamaba (no lo he vuelto a escuchar) “pintado” y un cafecito con leche, un “pintadito”. En Bogotá le decían “perico”. Ya eso no se oye. Caramba, hemos perdido nuestras costumbres ¡nuestros valores! Será culpa de los jóvenes, esos muchachos que hasta trago tomarán.